El vuelo en solitario emprendido por aquella ama de casa que aburrida, decidió dar la vuelta al mundo, se inició el 19 de marzo de 1964. | Tras 29 días al mando del «The Spirit of Columbus» un monomotor Cessna 180 de segunda mano, Jerrie Mock logró volver de nuevo a su punto de partida, la ciudad de Columbus, Ohio | Su viaje constituye un hito en la historia de la aviación contemporánea.
Geraldine, Jerrie para los amigos, era una entregada madre y abnegada esposa de Newark, Ohio. Como buen ama de casa, dedicaba su vida al cuidado del hogar y de los suyos. Pero un buen día se dio cuenta de que se aburría: a sus 39 años, su vida se le antojaba vacía y carente de sentido. Decidida, tomó una determinación que cambiaría su existencia. Convocó a su familia y les comunicó su decisión: Jerrie quería retomar su gran pasión, la aviación. Su objetivo inmediato era dar la vuelta al mundo en solitario. Su esposo y sus tres hijos, atónitos, no tuvieron más remedio que respetar su decisión. La suerte estaba echada. Jerrie les dejaba para cumplir su sueño, y nada ni nadie podría impedírselo.
Pero, ¿por qué su válvula de escape fue la aviación? ¿Qué lleva a un ama de casa de la clase media estadounidense a abandonar a su familia para realizar un sueño tan arriesgado?
Todo había empezado 32 años atrás. Cuando la pequeña Jerrie cumplió siete años, su padre le dio la oportunidad de volar en la cabina de un avión trimotor Ford. Unos años más tarde, mientras escuchaba las retransmisiones por radio de su heroína, Amelia Earhart, decidió cuál sería su meta vital: ‘Quería ver los océanos, las selvas, los desiertos y las personas’
En la escuela secundaria, Jerrie se matriculó en un curso de ingeniería aeronáutica. Era la única chica del aula, pero eso no le arredró. Volar era su pasión.
Sus compañeros no pudieron poner ningún impedimento a su nueva compañera. Jerrie tenía las mejores calificaciones del curso. Tras graduarse en la Escuela Superior de Newark, en 1943 se matriculó en la Universidad Estatal de Ohio en la especialización de ingeniería aeronáutica.
Pero su vocación se vio truncada cuando se enamoró de Russell Mock, un joven brillante e inteligente con el que discutía sobre álgebra y que compartía sus mismos sueños. Jerrie se convirtió en su esposa en 1945.
La futura conquistadora del aire dejó la universidad con veinte años, y a partir de ese momento pasó a ser la señora Mock. Siguiendo las convenciones de la época, su vida se hallaba limitada a ser una buena esposa y a convertirse en madre de una numerosa prole.
Tras 19 largos años siendo ‘esposa de’ y madre amantísima a tiempo completo, decide tomar la alternativa. Aquella ama de casa insatisfecha se abre a vivir nuevas sensaciones y el gusanillo de la aviación reaparece.
Jerrie no había perdido el tiempo: las otras madres aprovechaban las horas escolares para ir a tomar el té, pero ella tenía clara su vocación y empleaba esas horas en asistir a clases de vuelo. Tras obtener su licencia de piloto, había adquirido junto a su esposo un monomotor, un Cessna 180 de cuatro plazas, de segunda mano. El aparato tenía once años, su carrocería estaba agrietada y corroída, pero su motor se encontraba en buen estado.
Bautizado como ‘Spirit of Columbus, o simplemente Charlie para los amigos, se convirtió en un medio de transporte más para el matrimonio. Pero el aparato estaba destinado a más altos vuelos y el 19 de abril de 1964, Jerrie iniciaba su aventura.
En comparación al flamante bimotor de Amelia Earhart, Jerrie pilotaba al modesto Charlie, un monomotor no mucho más grande que una camioneta de carga, que se hallaba rodeado de tanques de gasolina. Jerrie lo pilotaba completamente sola, embriagada de sed de aventuras y dispuesta a convertirse en la primera mujer en dar la vuelta al mundo en solitario. No le arredraba saber el mal destino que había tenido su admirada Earhart.
Las últimas palabras que oyó emitidas por el controlador de la torre fueron: ‘Bueno, supongo que es lo último que vamos a oír de ella’. Todo un presagio de buenaventura.
Alrededor del mundo, Jerrie superó situaciones de máximo riesgo y finalmente el 17 de abril de ese mismo año, aterrizó en el aeropuerto de Columbus, exactamente 29 días después de su partida. La Asociación Aeronáutica Nacional y la Federación Aeronáutica Internacional (FAI), que certificarían el vuelo de Jerrie como un récord de velocidad en la vuelta al mundo, supervisaban su vuelo.
Jerrie había hecho historia.
En sus memorias, volcaría su ira contra su esposo, publicitario, que tras recibir con sorpresa su decisión de convertirse en la primera mujer piloto en dar la vuelta al mundo, no dudó en sacar el máximo provecho de su logro. Russell la presionaba en cada una de las etapas del vuelo, veintiuna en total, a conseguir la victoria, forzándola a describir su ruta hasta el último detalle a fin de poder vender la valiosa información a la prensa internacional.
En cualquier caso, la aviación contaba con una nueva heroína. Años después Jerrie resumiría así su logro: ‘Yo solo quería pasármelo bien en mi avión’.
Fuente: La Vanguardia