Andreas Lubitz, alemán de 27 años, ‘tenía la intención de destruir el avión’, según el fiscal
Se le oye respirar, no contesta a los controladores y no abre la puerta al piloto
Los pasajeros no son conscientes de la tragedia hasta el último minuto
La Fiscalía de Marsella ha anunciado este jueves que «ha hablado la caja negra» del Airbus siniestrado en Los Alpes y que tienen en su poder la «transcripción de los 30 últimos minutos». Esta información ha sido vital, ya que ha arrojado que era el copiloto el que se quedó solo en la cabina, y que estaba vivo hasta el momento del choque: «Se le oye respirar».
Es más, el copiloto, de nacionalidad alemana, «accionó el botón de descenso de manera voluntaria». Mientras, los controladores le llamaban hasta tres veces «sin obtener respuesta».
«La acción sólo puede ser voluntaria. Escuchamos una respiración humana hasta el impacto», ha especificado la Fiscalía gala, confirmando la información de que el copiloto estaba además solo en la cabina. Al otro lado de la puerta, el piloto -el también alemán Patrick Sonderheimer-, que se encontraba fuera de la cabina, se identificaba, llamaba y aporreaba la puerta para que le dejara entrar. Sonderheimer había salido «para satisfacer sus necesidades fisiológicas». Hasta ese momento, la conversación entre ambos a lo largo del vuelo había sido normal.
La tripulación ayudó al piloto en su desesperado y vano intento de derribar la puerta, «que es blindada, según las normas internacionales», al tiempo que en el aparato se activaba la alarma que indica una rápida aproximación al suelo.
Según informa Rosalía Sánchez desde Berlín, el copiloto Andreas Lubitz (1987) procedía de Montabaur, en la región de Renania Palatinado, y trabajaba para la compañía desde septiembre de 2013. Acumulaba 630 horas de vuelo y se había formado en Bremen y en la Escuela de Vuelo de Lufthansa, por lo que era considerado como un joven muy bien preparado para el trabajo.
Respecto a los pasajeros, según Brice Robin, fiscal de Marsella, estos «sólo se dieron cuenta en el último momento» de lo que ocurría. «Sólo se escuchaban gritos al final. La muerte fue instantánea».
La pérdida de altitud fue de «1.000 metros por minuto». «El copiloto tenía la intención de destruir el avión», ha sentenciado el fiscal. Y es que Andreas Lubitz accionó el llamado ‘fly monotoring sistem’ (sistema de control de vuelo) para iniciar el descenso del aparato. «La acción de descenso de altitud sólo puede ser voluntaria». Y la maniobra fue como una especie de vuelo de aterrizaje, según Robin.
Paralelamente, ha precisado: «No puedo llamarlo suicidio, pero es una pregunta legítima de hacerse. En todo caso, cuando se comete suicidio, uno muere solo. Con 150 personas en un avión, yo no lo llamaría suicidio«.
¿Y atentado? «No hay nada que haga pensar en un atentado terrorista».
Respecto a la religión del copiloto, el fiscal Robin ha rechazado precisarla. Y ha comentado curioso sobre la respiración que se escucha de Lubitz: «Su respiración era normal, no la de alguien que está a punto de cometer un acto así».
La familia Lubitz está de camino a Marsella, según ha anunciado el fiscal Robin, quien ha hablado ya a su vez con las familias de las víctimas, quienes están bajo «shock» por estas últimas y sorprendentes informaciones.
Por otra parte, el FBI ha ofrecido su ayuda a los investigadores europeos del accidente del avión de la compañía alemana Germanwings que. «El FBI ha ofrecido ayuda a nuestros socios franceses, a cargo de la investigación sobre el accidente del vuelo 9525 de Germanwings», explicó Paul Bresson, portavoz de la Oficina Federal de Investigación.
El Airbus A320 de la compañía alemana Germanwings se estrelló el pasado martes al sur de Francia mientras realizaba el trayecto Barcelona-Düsseldorf. Llevaba 150 personas a bordo, de nacionalidades alemana, española, turca, argentina, británica, estadounidense… Entre ellos, había dos bebés.:
Fuente: El Mundo