Kato Manufacturing, una empresa establecida en el enclave obrero de la prefectura de Gifu, en el área central de Japón, es un microcosmos de la evolución industrial del país.
Esta empresa familiar dedicada a los metales se fundó hace 128 años, y en un principio fabricaba herramientas sencillas para una sociedad que era mayoritariamente agrícola. Cuando Japón se transformó en un gigante de la manufactura y sus automóviles y dispositivos electrónicos inundaron el mundo, Kato comenzó a proveer marcos esculpidos y estructuras que daban forma a los productos.
Ahora Japón toma medidas agresivas para recuperar parte de su poder en el sector manufacturero que está dominado por países cuyos costos son más bajos. Hace poco la empresa instaló maquinaria nueva para sus trabajos de metalurgia y contrató a media docena de trabajadores para cubrir los pedidos de fabricantes nacionales de aeronaves.
“Aviones y cohetes, ambos son un símbolo de la industria manufacturera”, comentó Keiji Kato, presidente de la empresa y miembro de la cuarta generación de la familia fundadora.
Kato Manufacturing es una pequeña muestra de la gran apuesta de Japón por la industria aeroespacial, pues el gobierno ha destinado miles de millones de dólares a recuperar empleos que se habían perdido en la industria manufacturera y renovar el centro industrial del país, ubicado en Gifu y las prefecturas vecinas.
En la década pasada Sony y Panasonic cerraron fábricas de refacciones electrónicas y aunque la industria automotriz ha resistido más, el gobierno siente cierta inquietud porque la base industrial de la región se ha reducido de manera preocupante.
El desarrollo de la industria aeroespacial es mucho más que una opción para lograr mayor crecimiento económico. El símbolo más público de estas acciones, el Mitsubishi Regional Jet (MRJ), se promociona como un instrumento de orgullo nacional y renovación industrial, un cambio para que Japan Inc. recupere parte de su antigua gloria. Durante una breve prueba de vuelo de una aeronave desde un aeropuerto de Nagoya, el ministro de Economía de Japón declaró que se trataba del “inicio de una nueva era para la industria de la aviación en Japón”.
Sin embargo, incursionar en el sector aeroespacial no va a ser nada fácil. Han pasado más de 40 años desde que el país produjo por última vez una aeronave para pasajeros, cuando concluía la era de los propulsores. Además, Japón nunca ha producido un jet para uso civil, aunque ha ensamblado algunos modelos militares.
El dinero de los contribuyentes también está en juego. El gobierno japonés absorbe cerca de un tercio de los costos de desarrollo del jet de Mitsubishi, que en un principio se proyectaron en una cifra que ronda los 1,5 mil millones de dólares pero muy probablemente será más costoso debido a varios retrasos.
“Es un milagro que este proyecto se haya realizado en este tiempo y en esta era”, explicó Yasuo Unakami, analista de la Corporación Financiera de Japón, una organización de inversión e investigación que recibe financiamiento del gobierno. “Si este proyecto tiene éxito, podría impulsar a una enorme industria nueva. Pero hay grandes obstáculos a corto plazo”.
A este país que siente tanto orgullo de su herencia en el sector manufacturero, le pesa que ningún aeroplano moderno para pasajeros lleve el sello “hecho en Japón”.
Un viejo YS-11 volando sobre Tokio, el año pasado. Estos aviones de turbohélice fueron fabricados en Japón durante las décadas de 1960 y 1970. Credit The Yomiuri Shimbun, vía Associated Press
A Japón se le prohibió fabricar aviones tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial. A pesar de que esa prohibición llegó a su fin hace varias décadas, las acciones para revivir esta industria han sido erráticas. Uno de esos proyectos, un avión de propulsores llamado YS-11 que construyeron Mitsubishi y otros grandes nombres en las décadas de 1960 y 1970, fue un fracaso comercial.
No obstante, sus partidarios todavía celebran esa aeronave que tuvo una vida muy corta. Cuando hace poco las aerolíneas retiraron del servicio a los últimos aviones de ese proyecto, no faltaron los tributos llenos de nostalgia en periódicos y noticieros de televisión.
El Mitsubishi Regional Jet, para el cual Kato fabrica algunas refacciones, evoca un sentimiento parecido. Cuando el prototipo se presentó en 2014, se proyectó una cinta en la que aparecían trabajadores con carteles que desplegaban mensajes como “Hecho en Japón”, “Es nuestro MRJ” y “El MRJ renueva a Japón”.
“El mundo está plagado de productos hechos en Japón, pero por desgracia no se ha construido un solo avión de pasajeros en cerca de 40 años”, dijo en ese momento Hideaki Omiya, presidente de Mitsubishi Heavy Industries, la empresa que desarrolló la aeronave. “Es un sueño que hemos tenido desde hace mucho tiempo”.
El jet de Mitsubishi es el más destacado de varios proyectos japoneses relacionados con aeronaves. Honda Aircraft Co., una subsidiaria de Honda Motor, está desarrollando un jet ligero para cinco o seis pasajeros, pero la construcción se realiza en Estados Unidos.
Japón nunca ha producido un jet de uso civil. Ha ensamblado algunas aeronaves militares como la que se muestra en la foto. Credit Time Life Pictures, vía Getty Images
Mitsubishi piensa que su nuevo jet para pasajeros es la siguiente etapa de un negocio que se ha ampliado tanto que ahora incluye cohetes para transportar satélites y trabajos de subcontratación a gran escala en jets Boeing. La empresa afirma tener una ventaja en cuanto a tecnología, en particular en el área de materiales compuestos ligeros. Según Mitsubishi, gracias a sus materiales el nuevo jet usará el combustible con mayor eficiencia que los aviones de sus rivales.
Sin embargo, fabricar refacciones y subsistemas por pedido es una cosa, y organizar la compleja tarea de armar un jet moderno es algo totalmente distinto. Los retrasos que ha sufrido el proyecto han ocasionado alzas en los costos, además de que ahora las ventajas tecnológicas son menores pues algunos competidores como Embraer han tenido tiempo de alcanzarlos.
El primer vuelo de prueba de Mitsubishi se realizó el año pasado, tres años después de lo programado. Originalmente, la primera entrega estaba planeada para principios de 2014, y ahora se espera que ocurra a fines de 2018.
Fuente: The New York Times