David Warren, científico australiano, fue su inventor allá por el año 1958, quien tuvo la brillante idea de grabar las conversaciones de la tripulación a raíz de un accidente aéreo en el que nadie podía esclarecer dudas. A partir de ese momento, el grabador de voz “caja negra” fue incorporándose en algunos aviones. Sin duda fue un salto adelante en la seguridad de las aerolíneas.
La caja negra de un avión, que aun llamándose así es de color naranja para que sea más fácil su localización visual en caso de accidente, no es otra cosa que un grabador de datos y de voz que registra los momentos previos a un accidente y de esta manera poder analizar lo ocurrido. Están hechas de un bloque anti choque: este bloque se cubre con acero grueso de material de blindaje, para que resista los aplastamientos por impacto. Bajo el acero blindado hay una resistente capa de material aislante, que será lo que proteja las cintas de grabación y los microcircuitos de los posibles fuegos que se puedan generar en caso de emergencia o accidente.
Los datos que quedan registrados en este grabador son parámetros de vuelo, tales como velocidades, horas en las que se ha realizado cada operación, turbulencias, alturas, y así hasta 60 parámetros diferentes. En cuanto a las grabaciones de voz, no solo se registran las conversaciones de los pilotos. Hay una grabación en la cabina de pasajeros, que se obtiene a partir de un micrófono situado en los “overhead” sobre las filas de asientos de cada avión. Los aviones grandes, llevan 2 cajas negras, una para grabación de datos y la otra para las grabaciones de voz.
Dependiendo del tipo de avión y de caja, quedan registrados o bien los últimos 30 minutos de grabación o bien las dos últimas horas. En la actualidad, se está probando a registrar datos de vuelos completos, enviando fragmentos cada 30 minutos, vía internet, del avión a las oficinas centrales de cada aerolínea. Además, de un tiempo a esta parte, han sido modificadas para incluir en ellas una fuente de alimentación extra. Con ello se consigue que si el avión se queda sin energía, la caja siga grabando, ya que es cuando más importancia cobra la grabación.
Para que pueda ser instalada en un avión comercial, deberá pasar una serie de pruebas de resistencia:
- Al fuego, con una prueba en fuego real a más de 1.000 grados
- Al agua, hundiéndola durante 24h en agua marina a presión.
- Se comprueba su blindaje y resistencia lanzándola con gas comprimido contra un muro de aluminio, llegando a producir 3.500 kilos de fuerza en el momento del impacto.
- Se le hace una prueba de aplastamiento.
- Y también se prueba la resistencia a la penetración, y para ello se deja caer sobre la caja una masa de 225 kilos dotada de una punta de acero desde una altura de tres metros.
Si todas estas pruebas salen positivas, el registrador está listo para ser instalado en la aeronave y a partir de ahí comenzar a transmitir datos. Si no fuera por las cajas negras, nunca podríamos haber sabido, por ejemplo, que el 38% de los accidentes se producen durante la maniobra de despegue y que otro 26% de los accidentes se producen durante el aterrizaje.
Fuente: Tripatini