El avión solar Impulse II fija otro hito en la historia aeronáutica sevillana

El aterrizaje del avión Impulse II en el aeropuerto sevillano de San Pablo, tras haber cruzado el Atlántico Norte propulsado solo con energía solar, marca un nuevo hito en la relevante aunque poco conocida historia aeronáutica de la capital andaluza y en su protagonismo en los vuelos transatlánticos.

Puerto y puerta de las Indias desde los viajes de Cristóbal Colón a América, Sevilla fue a comienzos del siglo pasado una de las capitales europeas con mayor actividad aeronáutica, cuando esta industria inició su expansión, y lugar de salida o llegada de históricos vuelos transoceánicos, como el del avión «Jesús del Gran Poder».

Ya en la primavera de 1910 se celebró en el aeródromo sevillano de Tablada una «Semana de la aviación», la primera en su género de España, en la que se mostraron los más avanzados modelos de la época.

También fue Tablada el escenario de los preparativos del histórico vuelo del avión «Plus Ultra», que en 1926 sobrevoló por primera vez el Atlántico Sur, desde la cercana localidad onubense de Palos de la Frontera (Huelva) a Río de la Plata, junto a Buenos Aires.

Un año más tarde, en 1927, se inauguró la ruta aérea comercial entre Sevilla y Larache (Marruecos), una de las más importantes de la época.

Sevilla contaba entonces con factorías aeronáuticas relevantes, entre ellas la de la compañía Hispano Aviación que posteriormente daría paso a Construcciones Aeronáuticas SA (CASA), principal industria española del sector, nacionalizada en el franquismo y fusionada posteriormente en el consorcio aeronáutico europeo EADS.

En 1928, Tablada volvió a ser el punto de salida de los vuelos del avión Breguet XIX Gran Raid, bautizado como «Jesús del Gran Poder», cuyo objetivo era establecer nuevas marcas históricas en vuelos sin escala desde Europa a Asia y América.

En mayo de ese año, un primer intento de los capitanes Ignacio Jiménez Martín, de Infantería, y de Francisco Iglesias Brage, de Ingenieros, en volar directamente a Asia fracasó, pues tras una tormenta de arena se vieron obligados a aterrizar en Naziriyah, cerca de Basora (Irak), tras haber recorrido 5.100 kilómetros en 28 horas de vuelo.

En marzo de 1929, un segundo vuelo transoceánico, esta vez entre Sevilla y Río de Janeiro, no se pudo completar porque los intensos vientos contrarios y las fuertes tormentas obligaron al «Jesús del Gran Poder» a aterrizar en Cassamary, a unos 50 kilómetros de Bahía (Brasil), al agotarse la gasolina.

Con todo, este vuelo recorrió 6.550 kilómetros, la segunda marca absoluta de duración de un trayecto aéreo y la primera de un avión terrestre sobre el mar.

Desde Cassamary, el aparato español voló a Río de Janeiro, Montevideo, Buenos Aires, Santiago de Chile, Arica, Lima, Patía (Ecuador), Colón (Panamá), Managua, Guatemala y La Habana, completando 22.000 kilómetros de recorrido durante 121 horas de vuelo, siendo también el primer avión español que sobrevoló los Andes en sentido Buenos Aires-Santiago de Chile.

También en junio de 1929, coincidiendo con la Exposición Iberoamericana, los sevillanos contemplaron, atónitos, el vuelo del dirigible Graz Zeppelin, a escasos metros por encima de los monumentos de la capital.

El protagonismo aeronáutico de Sevilla continuó décadas después con el vuelo inicial del «Saeta», primer avión reactor fabricado en España, por Hispano Aviación, y uno de los más avanzados en su época.

El prototipo del «Saeta», pilotado por Fernando de Juan Valiente, sobrevoló el 12 de agosto de 1955, a baja altura, el casco histórico de la capital hispalense, seguido por la admiración de miles de sevillanos, asombrados por el ensordecedor ruido del birreactor.

El penúltimo hito de la historia aeronáutica sevillana lo ha protagonizado el primer vuelo del avión de transporte militar A400M, que el 11 de diciembre de 2009 despegó de la factoría de montaje de este modelo, construida por el consorcio aeronáutico europeo Airbús junto al aeropuerto sevillano de San Pablo.

Uno de los dos pilotos de prueba de este vuelo fue el español Ignacio Lombo, quien desde entonces acumula más de 1.100 horas de vuelo en este aparato, uno de los más ambiciosos proyectos aeronáuticos de Europa.

Fuente: El Economista