Las ultimas noticias acerca de la significativa reducción de capacidad que están haciendo las aerolíneas más importantes, como resultado de la diseminación del coronavirus muestra que las tendencias de crecimiento que la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA), la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) y otros actores relevantes, como la asociación de pilotos de SkyTeam, por citar algunas, van a revertirse y no es probable que la tendencia a la baja se componga pronto.
De hecho, muchos analistas ven en esta pandemia una reedición del SARS del 2002/2003, uno de los acontecimientos que golpearon de forma más significativa al transporte aéreo, es decir, los ataques del 11 de septiembre del 2001 a las Torres Gemelas en Nueva York y cuyos efectos tardaron años en ser superados por la industria.
Los efectos económicos del virus serán desastrosos para el sector aéreo
De hecho, el director general de la IATA acaba de anunciar que esta organización estima las pérdidas en más de 110.000 millones de dólares, lo cual rebasa con mucho cualquier catástrofe que se haya presentado en el transporte aéreo en la historia de esta actividad a nivel mundial.
Y es que las decisiones de muchas aerolíneas, desde luego que impulsadas, o al menos apoyadas por sus gobiernos, de recortar en diversas medidas sus rutas, frecuencias y empleados, están impactando el crecimiento del tráfico aéreo que de por sí estaba siendo magro por la desaceleración económica.
El surgimiento del coronavirus que ha paralizado a China, le ha dado a EEUU la oportunidad de repensar su estrategia geopolítica, pero nadie puede llevarse a engaño: los efectos económicos de este virus serán desastrosos no sólo para la aviación y el turismo, sino para todos los sectores económicos y no se diga el transporte de mercancías, el corazón mismo del comercio global.
El panorama, pues, no se ve fácil, pero como consuelo ayuda saber que la propia industria ya había detectado una sobreoferta de asientos que tenía que ser o reducida o vendida a precios más bajos.
Fuente: Rosario Avilés